Jorge lo había
pasado fatal con la triste noticia de la muerte de su hermano, así que lo que
mejor que Vanesa podía hacer en ese momento era estar a su lado. Ella intentaba
animarle para que se olvidara por unos momentos de todo lo que había pasado,
pero fue imposible. El, estaba mal. Muy mal.
Jorge y su
hermano eran como uña y carne, pasaban 24 horas al día juntos, se contaban
todo. ¿Quién reemplazaría el enorme vacío que dejó su hermano? ¿A quién
llamaría cuando necesitase cualquier cosa? ¿Con quién se pasaría toda la tarde
jugando a la play? Todas esas preguntas pasaban por la cabeza de Jorge, y nadie
se las respondía. Él sabía que nadie podría ocupar el lugar que dejó su
hermano.
Eran las 21:30,
sus padres llegaron a casa y vieron que Vanesa todavía estaba allí.
Vanesa: Yo… ya me iba. Estaba esperando a
que llegaseis vosotros para no dejarle solo.
Madre de Jorge: Tranquila, te puedes
quedar a cenar si quieres, luego su padre te llevara a tu casa.
Vanesa: Vale, ahora llamo a mi madre.